viernes, 25 de diciembre de 2009

sobre el deathmetalero ortodoxo

Con el paso de los años se ha ido cambiando de estilos y se han engendrado cientos de movimientos; muchos de ellos se extinguieron, otros permanecieron, y muchos otros sirvieron sólo para nutrir configuraciones distintas y nuevos subgéneros en la maraña laberíntica que articula a todo el metal. Nunca se ha detenido el movimiento, nunca en estos treinta años de construcción. Sin embargo, en algunos casos la necesidad del cambio parece pasar por las lenguas de las personas como algo destructivo, impuro y a veces hasta inmoral.
El metal no escapa de esa bisección social que se da en cualquier estrato, pero que es más evidente en la política. Siempre existe un grupo conservador que quiere que las cosas se queden en su justo lugar, como si el sitio de cierta configuración estuviera ahí por alguna conjura universal inamovible; mientras que el otro grupo, el liberal, parece buscar el cambio constante, la regeneración inmediata, la revolución interminable, como un visible temor a la estática.
Estos dos grupos, son los responsables de que un sistema esté en equilibrio. Sin los conservadores el cambio sería continuo permanentemente, sin la más remota posibilidad de estabilidad; sin los liberales, la estática sería completa, la monotonía insoportable y la creatividad nula. Es la oposición de estas dos fuerzas en constante choque lo que ocasiona que un sistema cualquiera se mantenga estable.
Como en todas las demás manifestaciones culturales, en el interior del metal también existe este conflicto. Por la parte de los conservadores vemos, generalmente, al deathmetalero ortodoxo.
Con mucho de muro de mampostería, algo de lienzo de pintura del periodo barroco y tanto más de perchero de argollas, el deathmetalero ortodoxo es el que, dentro de toda la audiencia metalera, presenta la mayor resistencia al cambio. El deathmetalero ortodoxo es reconocido por su intolerancia a cualquier variación que no conduzca hacia el paso delante de la brutalidad. Por lo general, su género es el grind core.
Hay aún algunos videos en donde Chuck Schuldiner está defendiendo el nuevo cambio de la banda, que sucedía cada que la banda Death publicaba un disco. La banda estaba compuesta por Chuck Schuldiner y músicos invitados, lo que hacía obvias las variaciones de sonido. Hay una brecha infranqueable entre el estilo del disco Scream Bloody Gore, 1987, y el del The Sounds of Perseverance, 1998; una explicación viene dada no sin obviedad, por el intervalo tan largo de tiempo entre el que estos dos álbumes fueron publicados; pero además, desde el tipo de voz, que fue cambiando desde el growl más grave hasta el sonido estridente del casi Shriek del que hace gala en el Sounds…, el estilo, que pasó del Brutal Death, pasando por el Technical Death Metal, hasta llegar al Progressive Death Metal, los cambios saltan a la vista de un disco al otro. El mismo creador del death metal tenía que dar apologías y vindicaciones con la misma frecuencia con que creaba un proyecto nuevo. En estos tiempos no hay quien diga algo negativo sobre Death, mucho menos sobre Chuck Schuldiner. De hecho, el punto de concordia entre los deathmetaleros ortodoxos y los progresivos es él.
Si bien Schuldiner es la imagen del cambio, también es el estandarte del Deathmetalero ortodoxo. Es a muchas variaciones sobre el estilo de Death como debe de sonar la música según el canon estético de la estática.
Es un tópico común entre los metaleros progresivos la actitud arrogante del deathmetalero ortodoxo. Los primeros alegan que hay que estar tapado de la cabeza para seguir escuchando la misma cosa hasta que se vuelva predecible. Y en parte, es una actitud infantil que tiene toda cultura de masas: como los cuentos de hadas que son repetidos incluso hasta después de que el niño ya es capaz de recitar la historia por su cuenta; como las telenovelas mexicanas, que son variaciones infinitas sobre el tema de la cenicienta; o, volviendo a la música, como los quinientos plagios de los acordes del canon de Pachelbel que existen en todo el rock.
Pero está completamente justificada la existencia del deatmetalero ortodoxo, después de todo. El metal hace mucho que hubiera dejado de sonar como metal si hubiera quedado sólo en las manos de los metaleros progresivos. Por otra parte, y, creo yo, lo más importante, el metal es un género de resistencia, un genero contracultural, por lo tanto, las barricadas con la gente atrincherada detrás de ellas es una imagen que le embona al casco a la perfección. Es la actitud del metal, la actitud del metalero, lo que configura por lo menos un tercio del género; y esa actitud de resistencia existe en el deathmetalero ortodoxo casi con la pureza con la que en su imaginario, acaso limitado, debería de sonar todo el metal para salvarse de la peor de las denigraciones: ser etiquetado como póser.

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